San Anba Wanas (diminutivo de Juan) fue el único hijo de una familia de pobre en Luxor. Desde niño estudiaba la Santa Biblia, servía como diácono en la misa y aprendió las biografías de los santos.
Cuando los romanos lo arrestaron en el marco de las persecuciones religiosas, San Wanas les respondió citando Filip. 1:23: “Si me arrestan por defender la fe de nuestros antepasados, estaré deseosode partir y estar con Cristo. Eso es muchísimo mejor”.
“Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.” (Romanos 14:8)
Torturado cruelmente por los romanos, fue decapitado de forma semejante a San Juan el Bautista, el sábado el 16 de Hatoor al inicio del cuarto siglo de nuestra era. Cuando su cabeza y su cuerpo fueron encontrados, los padres los envolvieron con lienzos de seda para sepultarlos en las tumbas de Om Kora’at, donde ahora está la Escuela Copta.
Muchos siglos después, Anba Marcos, quien fue obispo de Luxor, Esna y Aswan (1879-1934), quiso excavar en las tumbas de Om Kora’at para venerar las reliquias del santo. No obstante, la ubicació exacta de sus restos no se conocía.
El santo de las cosas perdidas
Entonces, el obispo ayunó y oró durante tres días, pidiendo a Dios que le mostrara el sitio de la sepultura. Durante la noche, un ángel le reveló el lugar exacto donde se encontraban las reliquias.
Al regresar por la mañana al sitio de la excavación, el obispo encontró la tumba exactamente en el sitio donde le dijo el ángel, convirtiéndose su tumba en un importante centro de peregrinación.
Desde aquel tiempo, cristianos de muchas partes del mundo acuden cada sábado en la noche a pedir que el santo interceda en sus problemas y enfermedades.
Además, ofrecen donativos, aceites, vino, velas y cortinas para el altar de la iglesia. También otorgó Dios al mártir Anba Wanas un poder especial para encontrar cosas perdidas.