San Moisés El Negro (también llamado el Moro o el Etíope), era el sirviente de un cortesano egipcio cuando escapó convertirse en cabecilla de una peligrosa banda de asaltantes y bandoleros.
Según se cuenta, era tan su corpulencia que una vez mató a cuatro carneros que había robado sin ayuda de nadie, los ató por las patas, cruzó el río nadando y caminó muchos kilómetros con ellos para comer con sus compinches.
Al ver su frustración, San Isidro Abad le condujo a la terraza del monasterio y le explicó que así como la luz vence muy lentamente a las tinieblas por la mañana, lo mismo sucede en el alma. El santo mejoró poco a poco mediante el trabajo, la caridad y la oración.
Mientras lo ordenaba y le revestía con el alba, el arzobispo Teófilo comentó: “Ya lo ves, padre Moisés, el hombre negro se ha trasformado en blanco.” San Moisés replicó sonriendo: “Sólo exteriormente. Dios sabe cuan negra tengo el alma todavía.”
Patrono de la no violencia
Por desgracia, Egipto vivió una época en que tribus bárbaras procedentes de África, asolaban pueblos y comunidades.
Un día, cuando una horda de asaltantes se disponía a saquear el monasterio, San Moisés ordenó a sus monjes que huyeran. De hecho se negó a organizar cualquier estrategia de defensa porque: “El que a hierro mata a hierro muere.”.
El santo permaneció en el monasterio con otros siete monjes pero solo uno de ellos sobrevivió al ataque. San Moisés tenía 75 años cuando fue asesinado. Está sepultado en el monasterio Dair Al Baramous, que todavía existe.